En febrero, entró en vigencia la primera etapa de la regulación para los plásticos de un solo uso, la cual busca disminuir la generación de estos residuos que han sido uno de los aspectos más controversiales en materia medioambiental. Actualmente, en Chile, se utilizan más de 55 mil toneladas anuales de PET virgen para la fabricación de envases, cuyo reciclaje sólo alcanza el 15% según datos de ASIPLA.

La ley que prohíbe a los locales de comida entregar artículos como cubiertos, revolvedores, bombillas de plástico, además de cualquier elemento de plumavit, sin duda, potenciará el mercado del reciclaje en Chile y la creación de empleos verdes potenciando la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento del Reciclaje (REP). 

Pese a esto, aún existen barreras para estas soluciones y los nuevos modelos de negocios que están apareciendo. El reglamento del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) no distingue entre las plantas de valorización, rellenos sanitarios y vertederos, dejándolos en la misma categoría de evaluación ambiental, ya sea el caso de ser residuos municipales o industriales. 

Hay una necesidad urgente de modificar el Decreto 40 para así actualizar la normativa y establecer criterios de consideración específicos para instalaciones de valorización de residuos. De este modo, existirá un efecto aún más potente en la disminución del impacto ambiental por parte de los productores. Por otra parte, la normativa debería priorizar los proyectos de economía circular, permitiendo la incorporación de negocios innovadores de gran escala, con foco en el cumplimiento de la ley y la creación de economías de triple impacto, que permitan el beneficio social, crecimiento económico y creación de conciencia medioambiental.

Actualmente, el Pet(1) es utilizado por el 99,9% de los productores de líquidos, debido a que es económico y liviano, además esta resina es altamente reciclable. Sin embargo, el desafío se encuentra en cómo alcanzamos el 100% de su circularidad, junto con establecer una hoja de ruta clara y transversal para crear un criterio común en torno al reciclaje, puesto que hemos visto y celebrado, la aparición de envases 100% compostable, biodegradable, entre otros, los cuales más que ayudar entorpece el correcto proceso de reciclaje al incurrir en más gastos, debido a su alto costo y complejo proceso de compostabilidad que se realiza en base condiciones de temperaturas y humedad específicas, donde Chile no posee una industria que se dedique a esto. Por lo anterior, estas botellas terminan en las valorizadoras, incrementando el gasto por selección y descarte, donde finalmente se transforman en basura. Esto, sin duda, nos revela que el plástico no es el problema, sino más bien es un excelente material con pésimo uso, donde su proceso de circulación y reciclaje debe ser potenciado. 

Faltan ocho meses para que llegue septiembre y que las empresas presenten su plan de gestión, al Ministerio de Medio Ambiente, sobre qué hacer con sus residuos, si deciden hacerlo de forma individual o adherirse a un plan de gestión colectivo. Aquí lo principal es cómo realizamos y desarrollamos nuestros negocios implementando una economía circular. 

Para 2023, las industrias deben ser responsables con sus residuos, para su recuperación y reciclaje, con el fin de llegar, de forma progresiva, a un 60% de reciclaje para estos productos y que Chile lidere estos procesos en sintonía con los estándares de la OCDE.  Este es un aspecto que sin duda deberá ir acompañado del apoyo ciudadano como agentes transformadores de cambios, a fin de incorporar una concientización exitosa que permita una buena tasa de recuperación.