¿Qué es comunicar con perspectiva de género? ¿Qué retos tienen planteadas las empresas de comunicación para reducir los estereotipos y propiciar una información más rigurosa e inclusiva?

Por invitación de FULCRO ABC, de la región chilena de Antofagasta, empresa especialista en evaluación y certificación de competencias laborales para procesos industriales, tuve la oportunidad de participar en un webinar sobre los retos que tiene planteados la comunicación desde la perspectiva de género.

El seminario virtual se llevó a cabo el día 26 de junio y mediante la conexión por internet pudimos conversar y debatir sobre la importancia que tiene que las empresas de comunicación y las personas que en ellas trabajan (periodistas, agencias de comunicación, relaciones públicas y cuantas personas tienen de una u otra forma responsabilidades comunicativas) reflexionen sobre los procedimientos informativos convencionales y cómo producir una comunicación más igualitaria e inclusiva.

Por mi parte, planteo que los ámbitos en donde se debería actuar para producir una comunicación con perspectiva de género son: por una parte, la estructura empresarial. Hay que conseguir que el entorno laboral posibilite la conciliación familiar para hombres y mujeres, que se potencie el talento femenino, que se racionalicen los horarios y que la empresa trabaje para que haya paridad en todos los órganos de decisión, desde los más bajos a los más altos puestos de responsabilidad.

Otro ámbito en el que se debe reflexionar es el que denominamos la cultura profesional, donde se han anquilosado una serie de valores, procedimientos y rutinas que definen lo que es importante de lo que no lo es; lo que merece destacarse y lo que no; las fuentes a las que se recurre o a las que se silencia, los escenarios a los que se enfoca y los que se oscurece. Por ejemplo, si solo enfocamos los deportes de élite masculinos solo veremos varones compitiendo, mientras que opacamos las mujeres deportistas que se han esforzado tanto o más que sus compañeros hombres, mientras reciben apenas el 5% de la atención mediática. Y eso sucede en la mayoría de los escenarios que se destacan en la información.

El tercer ámbito que hay que replantear es el de la representación. No solo las mujeres tienen una menor presencia cuantitativa (24% según el último estudio del Global Media Monitoring Project, 2015), sino que cuando aparecen son muy frecuentemente criticadas por su aspecto, por su gestualidad, por su apariencia, y se ponen de relieve cuestiones anecdóticas o irrelevantes. Con frecuencia son ejemplos de lo que llamo el discurso de la excepcionalidad, aquel que eleva la acción protagonizada por una mujer a un logro extensible a todas las mujeres. Es el fenómeno de la primera mujer en hacer algo, que tiene el efecto perverso de hacer que parezca que las mujeres siempre están empezando.  Las mujeres son representadas por lo que son, y no por lo que hacen, mientras que los hombres casi siempre son un sujeto que actúa en la consecución de unos objetivos legítimos.

Para conseguir que haya perspectiva de género en la información tiene que haber un compromiso explícito con la igualdad, según el cual la empresa se compromete a tomarse en serio los problemas que afectan a la mitad de la población, y no solo poner de relieve la belleza o el atractivo, o enaltecer a esta o aquella por haber sido la primera en obtener un logro.  Tiene que apostar contra la desigualdad, poniendo de relieve los múltiples problemas existentes y la diferenciada manera en que los diversos asuntos afectan a los hombres y las mujeres: en eso exactamente consiste la perspectiva de género. Nada menos y nada más.