El clima en nuestro planeta está cambiando y, con diversos matices, todos los que lo habitamos hemos experimentado de una u otra forma las consecuencias de estas transformaciones. Aunque esta evolución siempre ha sido dinámica, con ciclos naturales de calentamientos y enfriamientos, para que estos cambios sucedieran debían transcurrir miles de años.

Hoy el panorama es distinto y debido a la influencia de la actividad humana, sobre todo desde la Revolución Industrial, dicho incremento de la temperatura global se ha acelerado, convirtiéndose en una gran amenaza para la supervivencia de todas las especies. Sus impactos son transversales y sus consecuencias inconmensurables. Ya en el pasado, este fenómeno nos ha llevado a ser testigos de extinciones masivas, acidificación de océanos, grandes migraciones, derretimiento de polos y glaciares, alteración del ciclo natural del aguay un largo etcétera. Es por lo tanto difícil pretender estimar cuáles serán las consecuencias del aceleramiento que ya hemos generado y del que generaremos.

En este contexto, la reciente publicación en el Diario Oficial de la Ley Marco de Cambio Climático presenta los objetivos que, como Estado se han asumido para hacer frente a esta crisis. Dicho documento plantea transitar hacia un desarrollo bajo en emisiones de gases de efecto invernadero hasta alcanzar y mantener la neutralidad de emisiones de este tipo de gases al año 2050, adaptándose al cambio climático, reduciendo la vulnerabilidad y aumentando la resiliencia a sus efectos adversos, y dando cumplimiento a los compromisos internacionales asumidos en esta materia.

Así, mientras por un lado plantea los objetivos con metas concretas para la reducción de fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero, por otra, propone la necesidad de crear estrategias y tomar medidas para adaptarnos al nuevo clima.

Las acciones que buscan reducir las fuentes de emisión de estos gases son compromisos internacionales que el Estado ha asumido con el objeto de revertir en conjunto las consecuencias de la actividad humana en el clima entendiendo que los impactos de Chile son marginales respecto potencias mundiales. Sin embargo, los planes de adaptación son estrategias locales que, en conocimiento de las proyecciones climáticas y su incertidumbre, la vulnerabilidad de sistemas sociales y ecosistemas ante las variaciones del clima, y los requerimientos futuros, buscan estrechar las brechas identificadas, moderar los potenciales daños y aprovechar los efectos positivos.

Son estas últimas acciones las que requieren de una implementación urgente que entregue más certezas que dudas sobre el futuro del planeta en que convivirán nuestras niñas y niños y el resto de las especies. Que sepan que el tiempo que vendrá, aun con algún grado de incertidumbre, está siendo monitoreado constantemente para recibirlos en las condiciones que se merecen para un desarrollo integral, por ejemplo, con acceso garantizado a agua (de) calidad, independiente de dónde elijas vivir. Asumamos hoy un compromiso con ellas y ellos, en donde el futuro que les traspasemos sea uno preparado para los desafíos que vendrán. El diagnóstico ya lo tenemos; es tiempo de concretar nuestra adaptación al nuevo clima.