En la sociedad actual y del futuro, todo individuo debe, de manera progresiva, comprender situaciones complejas que evolucionan de manera impredecible, en un medio donde la única constante es el cambio permanente. Cada persona se verá enfrentada a una variedad cada vez mayor de objetos tecnológicos, de situaciones sociales, de contextos culturales y geográficos, a una profusión de información, que puede ser objeto de múltiples interpretaciones y análisis parciales.
El riesgo que se corre en este escenario es que nuestra sociedad se fragmente y divida entre quienes son capaces de analizar e interpretar, aquellos que sólo pueden utilizar datos sin poder transformarlos en información y aquellos que serán marginados de ambos procesos e incluso quedarán voluntariamente rezagados de los mismos.
El desafío que nos impone esta sociedad denominada cognitiva, del conocimiento o de la información es reducir las desviaciones entre tales grupos a través de la promoción del progreso y desarrollo conjunto de las personas en nuestras sociedades, a partir de los procesos de una educación formal diversa, critica y constructiva.
En sus orígenes, la formación profesional estuvo referida claramente a puestos de trabajo en un fácil tránsito formación-empleo en condiciones en que la estabilidad y la duración de las tecnologías en uso no presentaban mayores problemas durante la vida laboral de los trabajadores. Hoy el signo común es el cambio. Las nuevas generaciones en los artefactos tecnológicos usados en el trabajo se renuevan en períodos cada vez más cortos, el tiempo útil de una planta de producción o el de un software es ahora mucho más breve que cuando Ford montó sus primeros grandes talleres de producción en serie.
Entonces, la formación no tiene como referente un puesto de trabajo, ni siquiera en un empleo concreto. Su mejor referencia está en las características requeridas para la empleabilidad; en facilitar un tránsito expedito entre diferentes vinculaciones laborales que quizás compartan exigencias muy parecidas en las competencias requeridas. La formación debe fortalecer la capacidad de raciocinio del trabajador para permitirle aprovechar las diferentes oportunidades de empleo y no encasillarlo en una ocupación específica. Más que transmitir informaciones debe generar competencias de análisis, reflexión, capacidad de innovar, de resolver imprevistos y atender contingencias.
La función principal del sistema educativo, en este estado de hechos, es apuntar a la comprensión de este mundo cambiante, comprender su funcionamiento y abordar el desafío de la construcción de un mejor lugar para todos los seres humanos y especies que lo habitamos, así como lograr que cada persona encuentre su camino en él. Para el logro de tal propósito se ha insistido bastante en la necesidad de una formación integral, polivalente, fundada sobre el estímulo y desarrollo de capacidades de orden superior, que fomente la autonomía y que promueva el aprender a aprender a lo largo de la vida.
La educación habrá de ayudar a cada persona a desarrollar todo su potencial, a llegar a ser un sujeto, un ser humano completo y no sólo un recurso o herramienta para una economía incierta y sujeta a múltiples flujos e imprevistos. La adquisición de saberes y competencias debe estar acompañada de una educación del carácter, de una apertura cultural y del cultivo eficaz de la responsabilidad social, esto demanda un compromiso de cada persona como agente de cambio, combinando adecuadamente el saber, el hacer y el ser: saber comunicar, relacionarse, trabajar con otros, manejar y resolver conflictos. Se trata de avanzar a un orden superior de desarrollo en el cual no se es solo una parte más de un proceso productivo, sino una parte integrante del mundo, el cual construye mediante la comunicación, vínculos y la colaboración efectiva con otros seres humanos a través del uso de diversos sistemas, componentes y herramientas. Estas, a juicio de CYTIES, son las Claves Para el Desarrollo de nuestra región y del país.