La transición a una economía verde está siendo impulsada por los recursos naturales, y entre ellos el cobre; según las proyecciones de Goldman Sachs para 2030, la demanda de cobre crecerá casi un 600% a 5,4 millones de toneladas en un caso base, o incluso 900% en el caso de una hiper adopción de tecnologías verdes en el mundo. Al mismo tiempo, nuevos recursos geológicos de metales y minerales identificados son cada vez más difíciles de extraer, generando más y no menos residuos, siendo que hoy el sector minero ya es uno de los mayores generadores de residuos, representando alrededor del 40-55% de la generación global de residuos.

Según el informe “The Future of Nature and Business”, publicado por el World Economic Forum en colaboración con AlphaBeta en 2020, las decisiones que se tomen hoy sobre dónde, cómo y cuánto extraer, procesar, transportar y satisfacer las necesidades materiales de los seres humanos,tendrán consecuencias humanas y ambientales descomunales durante décadas. Destaca que, si bien la lucha contra el cambio climático es esencial, no es suficiente para abordar la crisis de la naturaleza, requiriéndose una transformación fundamental también en el sector extractivo. A su vez, las empresas de todas las industrias están bajo presión para reducir su impacto ambiental, lo que impulsará una demanda para minerales extraídos de manera sostenible.

Para reducir la huella de sus productos, las empresas mineras deberán encontrar formas de maximizar la eficiencia de sus operaciones, minimizar el uso de energía y otros insumos, al tiempo que reducen los residuos tanto como sea posible.Tenemos un desafío claro: satisfacer las necesidades de todas las personas dentro de los límites de nuestro planeta. Y el paragua que agrupa a las soluciones para resolver este desafío es la minería circular. Es evidente que el desarrollo de una economía circular en la minería presenta tanto desafíos como oportunidades para las empresas mineras. Tiene el potencial de abordar la escasez de recursos minerales en el mundo, el desperdicio de recursos y la contaminación ambiental al mismo tiempo que genera beneficios económicos. La buena noticia es que hay avances importantes en varios ámbitos, como son el aumento significativo del uso de energías renovables en el proceso minero, que según los datos de Cochilco llegarían a casi 50% en 2023, o la reducción paulatina del uso de las aguas continentales mediante la eficiencia, disminuyendo el consumo en las plantas concentradoras en un 36% en los últimos 5 años según el Consejo Minero, la recirculación, osu reemplazo por agua de mar. También destacan las iniciativas para la recuperación de minerales de valor desde los residuos mineros masivos o su reutilización como materias primas para otros procesos como por ejemplo la construcción. La mala noticia es, que, a pesar de estos avances, no es suficiente ni suficientemente rápido. No basta con minimizar el impacto negativo ambiental social, debemos aspirar a una minería carbono positiva, agua positiva, naturaleza positiva y que genere valor compartidopara su entorno. Y que estos cambios se generen no en el largo sino en el corto plazo.

Para ello necesitamos más inversión y capital, más innovación, más colaboración, más y mejores estándares y normativas y,sobre todo, debemos perder el miedo al fracaso. No existe un mayor fracaso al de no haberlo intentado lo suficiente. ¿Esto tiene un costo? ¡Por cierto! Pero el costo de no hacer lo suficiente ya es y será aún mucho mayor.